mayo 01, 2006

Lejos no es ningún lugar

eclesiastés 12:12



He intentado eyacular de nuevo sobre esta mesa
sobre la hoja vertí mi llama de podredumbre como un lamento por el instante caído
desperdiciado
en el cultivo de gusanos y larvas de mosca

arrepentido por tanta miasma vertida inútilmente
volteo los ojos en cada recodo del camino con miedo de encontrarme lejos
con miedo del juicio que aguarda por mis sueños
con miedo de no probar la miel futura
de los cantos de la esperanza

por que los cantos están maduros y penden de los árboles
gota a gota se derraman dulces y jugosos
tiernos frutos del día que no perecen en mis párpados
que despiertan cuando respiro otro segundo de vida
tiernos frutos invisibles al trabajo de mis manos

por que estoy ocupado imaginando otras escenas
mientras pierdo la belleza del mundo
mientras oxido la sangre en mis pulmones
en espasmos silenciosos que me roban el aliento
mientras me comprimo en un rincón por el temor de verme en este hueco
mientras pongo la alarma para despertar cada quince minutos
no sea que el sueño me lleve a ningún lado y no pueda regresar
no sea que me encuentren manchado y no me permitan lavarme más

mientras
espero en cada segundo el último triste suspiro
temiendo no probar más esos dulces frutos del tiempo
atento a los cambios del viento
a las cosas que truenan en mi cuarto
a los sueños turbios y lodosos
a cualquier queja del cuerpo

podrido como fruta olvidada estoy por dentro
marchito tengo hasta el tuétano en los huesos
soñándolos ya polvo errante entre los pliegues del mundo
agobiado por la nueva curvatura que en mi espalda se dibuja

le niego a mis manos la dulce jornada
a mis pulmones el fresco aire de la esperanza
el grato sabor del instante consumado
y caigo de nuevo
ángel marchito