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Me encuentro al pie de una inmensa y ajada puerta de madera.
Con mano temblorosa me decido por fin a tocar... Guardia abre, me observa: mugroso, en harapos de pies a cabeza.
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- ¿Es esta la casa del escritor? - pregunto-.
- Así es.
- Yo soy escritor - le muestro mis cuadernos y una vieja pluma fuente de plástico -. ¿Podría usted darme asilo?
- Adelante.
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El guardían me conduce por una larga escalera en espiral, hasta la puerta que tiene el letrero "refugiados". Adelante, dice Guardia, pero siento que hay un error, pues dentro sólo existe un cuarto tan blanco que las aristas desaparecen. Doy vuelta, reclamo, pero todo lo que veo es al guardían vistiéndose una bata blanca; mientras, le dice a una hermosa mujer "lo sentimos, pero su esposo ha caído en un coma irreversible; la desición es suya" no lo entiendo.
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Alguien, en algún lugar, arroja una llave por el caño.
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a los mugrosos que fueron...